Lo hice porque todos me dijeron que no lo hiciera.

Lo hice porque al final Chobsky tenía razón. Porque las cosas cambian, los amigos se van y la vida no se detiene por nadie.

Lo hice porque todo estaba un poco aburrido desde que te fuiste y no quedaba tabaco y la inspiración se había ido con el otoño y John no estaba ahí para decirme que todo saldría bien, porque si no está bien, no es el final.

Lo hice porque la lluvia se había llevado todo lo bueno que había y ahora sólo quedaban ruinas y cicatrices y flores muertas y vacío y los posos del café en el fondo de la taza.

Lo hice porque pensé que sentiría tristeza o angustia o desamparo, pero lo cierto es que no sentía absolutamente nada.
Ya no sé sobre qué escribir.
El tren llamado La Realidad ha pasado por delante de mí, despeinándome, como burlándose de mí mientras giraba la curva del túnel. Y dentro de los vagones, ahí, mirándome. Los hijos de puta.
No sé qué coño estoy haciendo aquí.
Me he despertado de repente, con la respiración agitada y un mal presentimiento. Las hostias que me han dado, y que me he dado, y ese "¿Qué voy a hacer?" han sido la alarma del despertador.
Joder, con lo bien que estaba yo dormida.

He venido para decirte que me marcho.
Y ya está. Y me lo dijo así, como esperando a que le dijera algo o a que le soltara una hostia, no lo sé.
Y me cagué en él, y en sus besos, y en Dios, y en su olor inundando todo y en sus putas ganas de hacer siempre lo correcto y venir y decirme que se marcha.
Me vio maldecir durante un rato, por dentro. Y luego se dio la vuelta.
Y me sentí a mí misma ahí, parada, acuchillándome con sarcasmo por dentro, porque, "joder, podrías haber dicho que ibas a por tabaco".
Yo, la de las jodidas historias de amor.
Cuidado con dónde pones el adjetivo.
Me sentí estafada. Oye, porque yo no noto mariposas. Noto jodidas termitas.


Me lo contó en un viaje de tren.
Me contó que la chica de cabello negro y labios rojos estaba triste porque nadie la tomaba en serio y que los pájaros que vuelan solos vuelan más rápido pero viven menos y que nunca me fiase de aquellos que en los funerales te dicen que seas fuerte.
Me lo contó alrededor de una hoguera.
Me contó que el ruido de todos nuestros gritos no conseguiría tapar el sonido de nuestras respiraciones y que aguantar no es resistir y que nunca te enamores de un poeta porque siempre amarán a la Luna.
Me lo contó el último amanecer de nuestras vidas.
Me contó que todo al final podía resultar ser una gran mentira, pero que recordara siempre que las estrellas brillan durante todo el día aunque nosotrxs sólo las veamos por la noche.