Corre.
Corre sin mirar atrás. La carretera continúa más allá de lo visible, más allá del horizonte.
Huye.
Pero, ¿huir no es de cobardes?
Eso es lo que nos dicen, aunque yo hace mucho que dejé de creer en eso.
Simplemente hago lo contrario de lo que todos esperan que haga.
Estúpidamente a contracorriente; soy un rebelde fracasado.
Intentad detenerme y así tendré aún más razones para seguir luchando.
Intentad callarme y así tendré aún más razones para seguir gritando.
Intentad matarme y así tendré aún más razones para no pegarme el tiro que mató a Kurt o meterme la droga que acabó con Hendrix.
Intentadlo.
El primer recuerdo que tengo de mi infancia es de mi madre y mi padre juntos en la cocina. Una de esas cocinas antiguas que albergan recuerdos entre sus azulejos, en las que se guardan todo tipo de olores increíbles que perduran sin importar el tiempo que pase. El maldito tiempo del que hablaba Waits. Charlando en la cocina, mi madre leyendo un libro mientras mi padre cocinaba o bailando y riendo bajo la destartalada lámpara con la voz de Peter Gabriel o Leonard Cohen saliendo de una radio ya cascada.
Al menos tengo un buen recuerdo. Algunos no tienen ni eso. Sí, tengo un buen recuerdo al que aferrarme. Y a veces, eso es lo único que necesitas.