Después de todo, sólo quedó el abandono. La cama vacía, los labios cortados, el frío y la bilis.
Luego, llegó la monotonía.
El suicidio de los locos.
La droga de los suicidas.
La monotonía, que llega, te arrastra y te vuelve gris.
Como la ceniza y la rutina y el humo del cigarro y las arrugas y el silencio que precede a la tormenta y la nostalgia y el hedor a muerte.
Como todo lo que queda cuando ya no queda nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario